Una de las cosas que más llama la atención a los polacos de la gente de países de Europa del sur es su reacción ante la nieve. Viniendo de donde vengo para mí la nieve es algo, si no natural y cotidiano, bastante familiar. Pero para la mayoría de españoles, especialmente los canarios, la nieve es algo que se ve en rara ocasión y generalmente por la tele, fotos, etc. La expectación creada ante la primera nevada, que dicho sea de paso se ha hecho de rogar, era enorme. Para algunos sería la primera vez que veían, tocaban y jugaban como niños pequeños con la nieve.
A mí me llamó la atención realmente otras cosas. La primera de ellas es ver que una ciudad cubierta de blanco luce preciosa, es algo radicalmente diferente a cuando no la tiene, no se puede comparar. Es más, me atrevería a decir, que muchas ciudades industriales de la Alta Silesia (sí, ¡va por ti Katowice!), cuyo color habitual es el gris, con la nieve parecen hasta interesantes.
Es espectacular cómo la gente adecua los accesos a los edificios, el mantenimiento de las calles y carreteras así como la conducción de coches, cabe pensar que a priori será caótica pero la realidad es bien distinta. También uno cambia y se habitúa a convivir con la nieve. De esto último hay mil anécdotas para contar, la gente renueva su vestuario y calzado pues descubren que los vaqueros no son impermeables, que con la nieve cogen humedad se congelan y se quiebran los bajos; que el calzado plástico hace que sudes, no transpira y pasas frío hasta el punto de tener principios de congelación en los dedos de los pies; que lo realmente eficaz es un abrigo gordo y debajo manga corta, pues en Polonia en invierno existen 2 temperaturas: 20º C dentro y -20º C fuera; incluso algunos se han quitado de fumar, pues no es nada agradable fumar en la puerta a quince bajo cero y con ventisca.
Finalmente hay un sector de españoles que, tras los tres primeros días de nieve, empieza a estar harto de ella. Yo siempre les digo que si se quejan hubiesen pedido una erasmus a Chipre. De todos modos, aunque la nieve no te guste siempre tiene su utilidad y su lado positivo.
A mí me llamó la atención realmente otras cosas. La primera de ellas es ver que una ciudad cubierta de blanco luce preciosa, es algo radicalmente diferente a cuando no la tiene, no se puede comparar. Es más, me atrevería a decir, que muchas ciudades industriales de la Alta Silesia (sí, ¡va por ti Katowice!), cuyo color habitual es el gris, con la nieve parecen hasta interesantes.
El parque de la Piastowska al atardecer |
Es espectacular cómo la gente adecua los accesos a los edificios, el mantenimiento de las calles y carreteras así como la conducción de coches, cabe pensar que a priori será caótica pero la realidad es bien distinta. También uno cambia y se habitúa a convivir con la nieve. De esto último hay mil anécdotas para contar, la gente renueva su vestuario y calzado pues descubren que los vaqueros no son impermeables, que con la nieve cogen humedad se congelan y se quiebran los bajos; que el calzado plástico hace que sudes, no transpira y pasas frío hasta el punto de tener principios de congelación en los dedos de los pies; que lo realmente eficaz es un abrigo gordo y debajo manga corta, pues en Polonia en invierno existen 2 temperaturas: 20º C dentro y -20º C fuera; incluso algunos se han quitado de fumar, pues no es nada agradable fumar en la puerta a quince bajo cero y con ventisca.
Finalmente hay un sector de españoles que, tras los tres primeros días de nieve, empieza a estar harto de ella. Yo siempre les digo que si se quejan hubiesen pedido una erasmus a Chipre. De todos modos, aunque la nieve no te guste siempre tiene su utilidad y su lado positivo.
Nevera natural en el alféizar de la ventana |